
Los primeros
indicios de esto los tuvimos cuando la Delegación del Gobierno impidió colocar
una pantalla gigante en la Puerta del Sol para que los aficionados del Atlético
y Real Madrid vieran la final en grupo.
Más tarde, y
teniendo en cuenta que el 75% de los seguidores que se desplazaron a Lisboa lo
hicieron por carretera, la Guardia Civil de Tráfico y la DGT, dividieron la
carretera de Extremadura (A-5)
en dos. Un dispositivo especial para no mezclar a las aficiones en las áreas de
servicio. Así los 'colchoneros' pudieron repostar en ciertas gasolineras mientras que tendrán
vetadas otras tantas que, a su vez, estaban reservadas a los 'merengues'. Y si
el método de transporte elegido es el tren conviene recordar el dispositivo
especial de Renfe. La compañía, en colaboración con las fuerzas de seguridad
del Estado, separó a ambas hinchadas durante este viaje. Así, los seguidores
del Real Madrid salieron desde la estación de Chamartín y llegaron a la
estación lisboeta de Apolonia, mientras que los del Atlético de Madrid
embarcaron con destino a Lisboa en la estación de Atocha y llegaron a destino
en la estación de Oriente.
La antigua rivalidad entre los dos equipos se ha atenuado en las últimas
décadas a medida que el Barcelona se ha ido convirtiendo en el principal rival
a batir para los aficionados del Real Madrid, el club con más Copas de Europa.
Pero con esta final ha vuelto, sin duda, a resurgir.
Tras la victoria del equipo blanco, vino la gran celebración que casi duró
dos días. No hubo incidentes dignos de mención, aunque claro está que las
medidas de seguridad dejaban poco lugar a que esto ocurriese.
El balance ha sido positivo, pero nos quedaremos con la duda de si
hubiésemos sido capaces de convivir sin tantas restricciones, de disfrutar el
juego, disfrutar de una copa que se queda en Madrid y de saber perder pero
también ganar.
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