
A la hora de tratar la depresión, surgen consecuencias erróneas derivadas de la
simplificación que se ha hecho del término en los ámbitos sociales. Según la
Revista de la Asociación Española de Psiquiatría (ASEPP), esta es la razón, por
ejemplo, de que la mayoría de los pacientes que toman medicamentos para acabar
con la depresión no se encuentran realmente deprimidos. El artículo señala que en
demasiadas ocasiones se recetan este tipo de medicamentos con el fin de paliar
situaciones emocionales no ligadas a un trastorno depresivo. No obstante, la
ASEPP continúa apuntando que la llamada “depresión mayor” o “gran depresión”
se encuentra en teoría mejor delimitada ya que el término implica “una cierta
gravedad clínica”. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuenta con los mismos
obstáculos que el término “depresión”, esto es, que resulta confuso e impreciso, y
generalmente es utilizado con demasiada ligereza.
Siguiendo con la revista Nature, cabe añadir que cinco décadas de trabajo en los
fármacos antidepresivos no han bastado para aumentar las probabilidades de
sacar a la gente de la depresión. Los medicamentos y psicoterapias ayudan a
algunas personas con la enfermedad, pero a un número elevado de afectados no les
son suficientes. En un estudio un realizado en entornos clínicos reales, un
antidepresivo común produce una respuesta en menos de la mitad de los
participantes, y alcanzó la remisión completa en sólo el 28%.
Así pues, merece igual interés la repercusión geográfica de la depresión en el
mundo. Nature nos desvela un hecho poco mencionado de la enfermedad. No se
trata de una plaga occidental si no que muchos de los países más afectados son los
que tienen menos recursos. Se considera que la ausencia de un diagnóstico claro y
la falta de herramientas para entender las complejidades del cerebro han frenado
la terapia y la investigación. De hecho, no todos los frenos del trabajo científico han
sido por la falta de inversión e identidad social. Una parte considerable de los
conocimientos necesarios han sido recientemente descubiertos.
La depresión es, definitivamente, el mal mental más común. Según datos de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), 350 millones de personas padecen este
mal en alguna medida. Aunque es mucho más frecuente en los países
desarrollados, en los últimos años han sido diagnosticados numerosos casos en
países en vías de desarrollo. Pero como se ha dicho anteriormente, en estos países
no existen recursos ni servicios de salud eficientes, lo que dificulta el diagnóstico
de todos los casos que podría haber en ellos.
La pregunta urgente es cómo superar esas barreras, para cuya respuesta los
científicos están explorando varias rutas. La identificación de los genes asociados
con la depresión ha sido una tarea ingrata7, pero se prevén avances para
perfeccionar los tratamientos existentes, como la terapia cognitiva – conductual. La
esperanza está puesta en la efectividad de la investigación destinada a encontrar
una ruta más rápida que conduzca a la cura de la depresión.
La Terapia Cognitiva de la Depresión, propuesta por Aaron Beck8, es un sistema
explicativo de la depresión y cuadros relacionados, e incluye un programa de
tratamiento. Desde el punto de vista cognitivo, es decir, el modo de razonamiento y
procesos de pensamiento, se aprecia una forma de pensar negativa sobre la propia
persona, sobre los demás, el mundo y el futuro. Este esquema propuesto por Beck
se denomina tríada cognitiva. Además, el modelo de Beck es uno de los más
influyentes en lo que a tratamiento se refiere. Establece una psicoeducación
progresiva, un entrenamiento de todas las habilidades que la persona no tiene y
cambios en su forma de pensar, expresarse, valorarse y resolver problemas, entre
otros. El objetivo principal de esta terapia, que cuenta con algunas limitaciones, es
enseñar a la persona a pensar de otra manera ante los problemas.
Como conclusión, Nature ha presentado el campo de investigación de una
enfermedad subestimada cuyo caldo de cultivo es potencialmente equiparable a
los efectos del cáncer. Teniendo en cuenta los factores críticos, vemos un acierto y
una línea de interés a seguir el reconocimiento de la extensión geográfica de la
sociedad, junto a los avances en tratamientos prácticos como la terapia cognitiva –
conductual.
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